De cómo conocí a Carmen Bueno y eso lo cambió todo


Un mail de una desconocida
El 11 de noviembre de 2011, es decir, hace casi 2 años, recibí un mail escueto de una desconocida llamada Carmen Bueno, que de alguna manera (no me lo especificaba) había conocido la revista Iguazú y quería colaborar:

Querida Nuria
Me gustaría contribuir con mis ilustraciones a la revista iguazú
Te envío un portfolio para que veas mi trabajo
Un saludo

A mí me hizo mucha ilusión recibir este mensaje, porque siempre es una alegría cuando alguien de manera espontánea nos ofrece su trabajo para Iguazú, y más todavía si es un fotógrafo o ilustrador, porque son colaboraciones que no suelen aparecer tan fácilmente. Además, Iguazú está hecha para y por sus lectores y que la gente se anime a ser parte del equipo es lo que da sentido a todos estos años de trabajo.

Le respondí al momento para agradecerle el ofrecimiento y no me volví a poner en contacto con ella hasta unos meses más tarde, cuando ya tenía algunos relatos que necesitaban una ilustración. Así empezamos a trabajar juntas, y yo me quedé encantada con las dos ilustraciones exclusivas para el número 28.

Una ilustradora que era también arquitecta

Más tarde, cuando compré Casa Tía Julia y empecé a pensar en las obras de reforma y en cómo podría hacer para arreglar la casa, recordé que aquella ilustradora llamada Carmen Bueno era también arquitecta (no me lo había dicho ella, lo había espiado yo en su perfil de Linkedin) y que además estaba especializada en restauración y rehabilitación del patrimonio. Todavía no nos habíamos conocido en persona, pero aprovechando que yo estaba en Madrid unos días, quedé con ella para darle los ejemplares de Iguazú y hablarle de Casa Tía Julia.

Si el trabajo de Carmen ya me tenía enamorada, ella en persona es todavía mejor. Es una de esas personas optimistas, positivas, alegres, que te hacen creer que todo es posible, y todo ello sin perder pie con la realidad y con el momento tan difícil que nos toca pasar. El caso es que Carmen fue la primera persona (fuera de mi entorno más cercano de amigos, a quienes llevaba años hablándoles de la «casa rural literaria») que creyó en mi loco proyecto. El hecho de que ella creyera en mí y convenciera a su socio David para venir al pueblo a ver la casa y valorar las posibilidades y ponerse a trabajar en un proyecto «enamorante», lo cambió todo.

Al principio de esta locura, cuando todo era una idea que iba creciendo en mi cabeza, e incluso después, cuando ya había comprado la casa pero no había hecho nada más, confieso que a veces mi ánimo decaía y me decía a mí misma que era imposible. Pero cuando Carmen me dijo: «debo decirte Nuria que me convenciste totalmente, lo veo» (es una cita textual de un email de abril de 2012) y me empezó a contar cómo lo veía ella: «aulas correderas que se abren y espacios multidisciplinar, todo pequeñito y concentrado en luna biblioteca a poder ser de doble altura, una preciosidad (tendríamos que pensar bien en el programa para venderlo) y que te sirva para venderlo a lo grande…te va a encantar!!» supe que no había marcha atrás, que este lío en el que me había metido era algo real, que ya no estaba sólo en mi cabeza, sino en la de alguien más, y que yo no podía fallarle a alguien como Carmen.

La tremenda suerte de contar con Carmen Bueno en Casa Tía Julia

Hay que oír a Carmen hablar sobre arquitectura y el uso de materiales tradicionales. Uno se queda con la boca abierta pensando «cuánto sabe esta chica» y con la profesionalidad y coherencia de su discurso. Hay que ver, también, sus libretas e ilustraciones porque son joyitas que salen de la mano de una verdadera artista. Hay que tomarse un café con ella y contagiarse de su entusiasmo, y hay también que mantener largas conversaciones con ella de madrugada (apurando nuestro escaso saldo de móvil) sobre cómo sobrevivir a pesar de todo, a pesar de las cuotas de autónomo, los trabajos mal pagados y las trabas de la administración pública. Hay que luchar por lo que uno cree, en definitiva.

Aunque no le hace del todo justicia (esos periodistas que recortan por donde no deben y mueven palabras de sitio), no me resisto a destacar que Carmen fue entrevistada por El País este verano.

Ah, y los que estéis por Madrid tenéis la suerte de poder ver en persona (privilegio que yo he tenido) algunas de sus ilustraciones en la librería Atticus-Finch, en la calle Palma n.79, desde hoy 7 de noviembre, hasta mediados de diciembre.

Bonus track

La primera vez que Carmen nos enseñó los planos y maquetas. Fue en la chocolatería Valor de Acacias, en Madrid y también hay una historieta sobre cómo una amiga mía y Carmen me esperaban allí al mismo tiempo, sin conocerse entre ellas y cómo se acabaron autopresentando. Y luego aparecí yo, y más tarde también mi amiga Bea (desde los 18 años, los pisos de estudiante de Bea en Vitoria siempre fueron mi particular refugio), que estaba también por Madrid y fue una gran coincidencia que asistiera a este momento.

El pre-proyecto que Carmen nos enseñó en la chocolatería.

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