Por qué no debes fiarte de las ayudas que prometen a los emprendedores


Cuando me metí en el lío de montar Casa Tía Julia, además de pedir la capitalización del paro para empezar (si a alguien le interesa cómo van los trámites, me puede preguntar) estudié bien las subvenciones y ayudas que podía obtener en Castilla y León (donde estoy dada de alta) y en concreto había una para la que yo cumplía todos los requisitos: mujer, menor de 35 años, desarrollo rural… por la que concedían hasta 12.000 euros justificables en inversiones, entre las que se incluían la compra de bienes inmuebles para desarrollar la actividad, con lo que en mi caso, al comprar la casa, ya lo tenía más que justificado. Lo pregunté todo bien, estudié la convocatoria del año anterior a conciencia, me atendieron fantásticamente en la oficina de Empleo en Soria y me lancé a la aventura, siguiendo el orden exacto de las cosas. Según los técnicos con los que hablé, alrededor de noviembre (yo me daba de alta en septiembre) se publicaría la convocatoria de ese año y obtener la subvención, visto mi expediente, sería algo casi automático.

Error. Ni los técnicos ni yo podíamos imaginar lo que saldría publicado en el BOCyL
(Boletín Oficial de Castilla y León). Efectivamente, en noviembre se publicó la convocatoria, solo que tenía dos diferencias sustanciales:

1) Las subvenciones pasaban a gestionarse de manera centralizada desde Valladolid, y no desde cada provincia como se hacía hasta el momento y

2) La subvención era denegada automáticamente si ya habías recibido una subvención.

El punto 1 a mí no me preocupaba mucho (aunque a los técnicos de Soria sí les mosqueó bastante) y por el punto 2 mi duda era si la capitalización se consideraba subvención, pero no era así, así que estaba relativamente tranquila. En la convocatoria se seguían primando las iniciativas de mujeres menores de 35 años, de hecho, esta condición te daba específicamente más puntos y te situaba en ventaja.

Todo seguía cuadrando, pero un día me llamó uno de los técnicos para decirme que yo no podía solicitar la subvención, porque (atención) yo ya recibía otra subvención.

-Yo: «¿Cuál?, si no he recibido ninguna ayuda salvo la capitalización».
-El técnico: «Tienes la cuota reducida en las cuotas de autónomos, por ser mujer menor de 35 años».
-Yo: «Pero si precisamente en la convocatoria dan puntos por esta condición, no puede ser incompatible».
-El técnico: «Ya, nosotros estamos como locos con esto, pensamos como tú, es totalmente contradictorio, hemos recurrido a Valladolid, pero no podemos hacer nada, dicen que es así y es así».
-Yo: «Pero yo no he pedido la reducción en la cuota, se me aplica automáticamente, prefiero renunciar a esa reducción (de 40 euros al mes) y optar a la otra».
-El técnico: «Ya, pero no es posible, es automático».

Así y todo, siguiendo su consejo, presenté toda la documentación, pero como era de esperar, unos cuantos meses después me llegó la carta de denegación.

Así que de repente, 12.000 euros con los que yo contaba para amortizar parte de la compra (que había sido «a toca teja» -nunca mejor dicho- con mis ahorros), se habían esfumado con los recortes camuflados en las órdenes del BOE que rigen las ayudas a emprendedores. Sí, ya sé que hice mal fiándome de una subvención pública y ya sé que no tendría que haber contado con ese dinero en mis cuentas para sacar adelante Casa Tía Julia, pero el caso es que lo hice y la situación no era muy buena. Así que en este punto, no me quedó otra alternativa que lanzarme, como tantos otros, al explotado campo del «crowdfunding» o micromecenazgo, al que yo no descartaba acudir para alguna cosa puntual (por ejemplo, una caldera), pero en el que no había pensado para la obra entera del tejado.

Continúa en el siguiente post: Por qué elegí Leetchi.com para el bote -o «crowdfunding»- de Casa Tía Julia.

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